Y después de la nevada…

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Una de las sorpresas con las que ha llegado el año nuevo ha sido la ola de frío. Para los que vivimos en Madrid la sorpresa ha sido mayúscula y la nevada más.

Unas treinta horas nevando y las calles blancas. Medio metro, cuarenta centímetros, media rueda… las unidades de medida en estos casos son muy variadas. También las cantidades reales. Para valorar las consecuencias de tanta nieve sobre una ciudad poco acostumbrada, tendremos tiempo. O mejor dicho, tendrán tiempo. Nosotros lo que tenemos que hacer es poner de nuestra parte para volver cuanto antes a lo habitual.

De momento, el primer día de la nevada hemos podido salir a pisar la nieve y ver la ciudad de blanco. No muy lejos porque las calles están imposibles para los coches y tampoco es cuestión de alejarse demasiado en estas circunstancias.

Los días siguientes son peores. Temperaturas nocturnas cercanas a los diez grados bajo cero y diurnas que no alcanzan los cuatro implican que el hielo va a durar bastante tiempo en la calle.

Aun así hay que salir para hacer alguna compra. Antes de comer, y con el cuidado necesario, muy poco a poco, llego a la frutería que es la única que parece conservar algo de género en la zona. Hay que esperar fuera justo al lado de… un bar que también es de los pocos que ya ha abierto. Parece que el día se endereza. ¿Pedimos un par de cervezas mientras esperamos? No sé por qué pregunto si ya estoy enfilado hacia el camarero de la terraza.

Siempre es bueno tomarse una cerveza aunque sea en la terraza con algo de frío y esperando para comprar fruta. Un rato al sol y un aperitivo que no pensábamos tomar. Llenamos la bolsa con lo necesario para unos días y tan contentos a comer.