Cerveza y deporte (de otros)

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Siempre se ha hablado de lo bien que sienta una cerveza después de hacer deporte. De que cualquier actividad física es la excusa perfecta para quedar después a tomar algo. De lo buena que sabe la cerveza cuando estás viendo un partido.

Hoy reivindico otra modalidad. La que muchos sábados y domingos por la mañana (o por la tarde) reúne a un montón de padres, hermanos, o, simplemente como en mi caso, amigos de tantos y tantos chavales que hacen ejercicio cada fin de semana. Y es que no sé si para compensar el madrugón, o para hacer tiempo antes de comer, o simplemente para compartir un rato más con gente a la que no ves de lunes a viernes, después de la competición lo que mejor sienta es una cerveza (otra opción es el café pero ésa a nosotros no nos compete).

Después de muchos años perteneciendo a un club, todavía hoy sigo yendo a ver algún partido para ver cómo se las gastan las nuevas generaciones. Lo pasas bien viendo como la gente menuda se deja la piel en el campo y trabaja con sus compañeros y amigos para conseguir su objetivo. Lo mejor es ver cómo salen del campo satisfechos y comentando con sus padres lo bueno y lo malo del partido.

Pero para completar el aprendizaje es de todos sabido la necesidad de entrar al bar y ponerlo todo en común. Ahí, con una cerveza en la mano, los padres dejan muy claro que, si les hubieran hecho caso a ellos, el resultado hubiera sido muy distinto.

Y lo mejor de todo. Entre tanta gente siempre hay algo que celebrar. Si no es el cumpleaños de uno es el ascenso del otro, y si no es la victoria del equipo, es el gol del defensa (los goles en propia meta también valen, suelen ser los que dan más de sí…).