Hay veces en las que el primer trago se hace esperar. Has pedido rápido. No hay nadie en el bar. Sois tres amigos y la cosa va fluida. Aquí no se estila lo de la tapa con la cerveza pero, con el calor que hace, lo único que estás esperando es beber un poco.
Pides tres cervezas y el camarero te las sirve diligentemente. Llega un cuarto amigo. Preguntas. Otra cerveza. La tuya es para él. Tu hermano y su mujer. También con ganas de beber.
- “¿Cerveza?”
- “Sí”
- “Pues toma, ya pido otra para mí”
Y pides un vino para tu cuñada. Perfecto. Todos servidos.
El camarero está con otros que se han puesto al fondo de la barra. Hay un problema. A ti se te ha olvidado reponer la tuya. Estás sin cerveza. Cuatro a tu lado con su botellín y una con su vino y tú esperando a que acaben de pedir por otro lado.
Al final se acaban la cerveza y tenemos que pedir la segunda ronda…
No es el caso. Llega el camarero y, por fin, le metes mano a tu botellín. Habrá que ir pensando en quién pide la segunda.