Cerveza de invierno

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No. No hablo de la gruesa capa de espuma de una Christmas Ale. Ni de la malta tostada de la correspondiente Winter Ale. No es de eso de lo que me he acordado hoy. Hoy, con el sol de mayo, podemos hablar ya del frío pasado este invierno.

Ya he escrito alguna vez sobre mi afición a ir los sábados por la mañana a ver cómo otros hacen deporte. No me importa madrugar por aquello de que “sarna con gusto no pica”. Y eso tiene sus consecuencias. El partido empieza a las nueve de la mañana y para las diez y pico, en esta ocasión, ya estás rumiando la derrota.

En el mes de noviembre el frío empieza a sentirse hasta el punto de que alguno cuenta que lleva tres pantalones. No es la primera vez que lo dice. No sabemos si es una fanfarronada pero tampoco importa. Pinta tiene porque es de tierras más cálidas así que habrá que entender que quiera resguardarse del viento.

El camino lo conocemos todos. Ya sabemos donde está el bar así que enseguida llegamos. Volvemos a otro lugar común. Para calentar el cuerpo, los que no somos de tomar café, lo tenemos más complicado… o no. Resulta que no hay otra opción. Tendré que tomarme una cerveza.

No soy el único. La excusa más utilizada por los demás es que ya se tomaron el café en casa, antes de salir. El resultado es una comanda de seis tercios y tres cafés. Alguno de café pide bizcocho para echar algo sólido al cuerpo. Los demás tenemos unas patatas fritas y un pequeño trozo de empanada que, a modo de pincho, sirve para decir que estamos almorzando. En siguientes rondas, las cervezas vienen acompañadas de una tapa más útil para pasar los rigores del invierno.

Por cierto, el de los tres pantalones, como todos sabíamos, pidió cerveza.